Tengo la gran suerte de poder escaparme a Tenerife de vez en cuando. Y por "de vez en cuanto" me refiero a cada vez que el frío de la península es insoportable y el verano todavía es algo tan lejano que ni siquiera se vislumbra en las campañas de moda. Además, cada vez que voy, intento conocer algo más de la isla (y si es posible, del resto de las Islas Canarias).
Algo que jamás entenderé es lo de esa gente que se deja un pastizal en la típica horterada del hotel con pulserita en Punta Cana y que no salen del hotel, teniendo las Islas Canarias tan cerca y por un precio mucho más bajo tienes el mismo sol, playa, buena gastronomía y uno de mis últimos descubrimientos: el vino autóctono.
Sucedió por casualidad, estaba comprando en una tienda vintage de Santa Cruz cuando me puse a hablar con la dueña del pequeño negocio, Marina, quien me contó que además de la tienda de ropa de segunda mano tiene también otro negocio dedicado al enoturismo, es decir, hacer turismo recorriendo viñedos y bodegas. Me dio una clase acelerada sobre los fantásticos vinos que tienen en Tenerife, cosa que yo ignoraba ya que siempre que pienso en buen vino español mi cabeza tira a La Rioja, le prometí probarlos en ese viaje y darle mi opinión. Y qué queréis que os diga, me ha gustado tanto la experiencia que creo que merece la pena compartirla también con vosotros.
Un poco de historia
Me encanta conocer la historia del buen vino, aunque sea simplemente una interesada del tema, nada profesional (mis años de bebedora de vino malo en mi año de Erasmus me abalan). Hace poco, por ejemplo, me contaron que el vino de California es tan bueno porque viene de cepas de La Rioja. Y en este viaje me dio por el vino tinerfeño, resulta que durante casi tres siglos la exportación del vino fue la principal fuente de riqueza de las islas. En el siglo XV, conquistadores españoles y otros colonizadores introdujeron las mejores cepas de Europa y estando las islas en una posición estratégica que unía tres continentes es natural que el comercio del vino se expandiera tanto.
El vino de Malvasía especialmente se consideraba un artículo de lujo y se transportaba desde Canarias a las mejores mesas de Europa y Latinoamérica, escritores como Shakespeare o Góngora mencionan este vino en sus obras. Sin embargo, en el siglo XIX debido a varias plagas el comercio se debilitó. En la actualidad se está recuperando el esplendor de los inicios y se pretende que Canarias, además de sol y playa, sea también referencia en cuanto a vinos.
Y vamos a lo que vamos: los vinos de Tenerife
La elaboración del vino en Tenerife se reparte en cinco zonas de cultivo y sus cinco Denominaciones de Origen. Gracias al clima de la isla, su temperatura y humedad, se cultivan distintas variedades de uva. Al Norte, por ejemplo, encontramos la D.O Tacoronte Acentejo, con gran producción de vinos tintos. Al noroeste se encuentra una zona de pequeñas bodegas especializadas en el vino blanco: D.O. Ycoden Daute Isora. Y para aquellos que no saben decidirse, a los pies del Teide se encuentra la D.O. Valle de la Orotava donde elaboran tanto tinto como blanco.
Y hacia el sur seguimos encontrando zonas de buenas bodegas, como la D.O Valle de Güimar donde elaboran vinos blancos jóvenes y frescos. También la D.O. Abona donde se elaboran principalmente vinos blancos pero también prestan especial atención a los rosados.
Como podréis observar (aunque no degustar, la tecnología de momento no da para tanto) hay muchísima variedad y calidad, dependiendo de la zona de la isla. Por eso me parece una buena recomendación para aquellos que además de viajeros tienen ese espíritu gourmet y quieren disfrutar de una escapada distinta.
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