El día en que el wifi falla en casa mi mundo se desmorona. Y en mi cabeza empiezan a agolparse preguntas tales como ¿cómo narices vivía sin internet hace unos años? ¿vivía ajena a lo que pasaba el mundo? Y un sinfín de pensamientos que ahora no vienen al caso. Sí, sin darnos cuenta internet se ha convertido en una herramienta esencial para nuestro día a día y, aunque mucha gente lo usa para hacer el mal, otros para trabajar y muchos otros para divertirse, existe una parte de la población que lo usa para predicar el bien y ayudar a los más necesitados. Es aquí donde entra el fenómeno viral que tanto me alucina.
Partiendo de la base que desde casa una se puede hacer mundialmente famosa subiendo un vídeo gracioso, creando un blog o haciendo a saber qué, hay muchas empresas que toman consciencia de que esta herramienta llega a todo el mundo en milésimas de segundo y montan proyectos a lo grande con fines solidarios. De este modo, con tan solo dar al play a un vídeo, uno puede aportar su granito de arena a la Fundación Dharma para los niños enfermos de Cáncer en Colombia.
O con subir una fotografía a nuestra cuenta personal de Instagram y añadir un hashtag determinado podemos ayudar en otras buenas causas como son la lucha contra el maltrato (#besatecontraelmaltrato) o convertir nuestras fotos en comida real para los más desfavorecidos (#donatuplato).
Está pasando con el caso Malaysia Airlines
Todo el mundo está conmocionado ante la desaparición el pasado 8 de mayo del avión de Malaysia Airlines. ¿Cómo un ciudadano de a pie puede ayudar en algo tan fuera del alcance de sus manos? Más de lo que creemos, ya que uno puede apuntarse a la búsqueda del artefacto en Tomnod, una web donde cualquier persona puede ayudar a rastrear las fotos de la zona en busca del avión. Más de dos millones de personas rastrean voluntariamente los mapas en búsqueda de rastros de gasóleo o cosas extrañas para poder marcarlo en las coordenadas y que los expertos se lo miren detenidamente.
Pueden decir que internet es malo, nos atonta y nos acomoda demasiado bien pero ¡bendito sea! Y es que con obras así, uno ya se da por satisfecho.
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